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Estos contenidos están tomados de la siguiente publicación: “Los
aspectos económicos del deporte”, José M. Domínguez, Colegio de
Economistas de Málaga, 2006.

Tipología de actividades deportivas

En función de lo señalado, en absoluto resulta sorprendente que nos encontremos en la realidad ante una variada tipología de actividades deportivas, a partir de la aplicación de distintos criterios. Así, la Carta Europea del Deporte para todos (Consejo de Europa, 1980) considera que tienen cabida dentro del deporte las siguientes cuatro grandes categorías: a) juegos y deportes de competición; b) actividades al aire libre, en las que esté presente la superación de obstáculos; c) movimientos estéticos (vg., danza); y d) actividad física, que comprende las formas de ejercicio o de movimiento emprendidos menos por un sentido inmediato de placer estético que por conseguir efectos de largo plazo en la mejora o mantenimiento de la capacidad de trabajo y generar, consiguientemente, un sentimiento de bienestar general. La categoría a) se identifica con el modelo americano, en tanto que la conjunción de las tres restantes ha venido a denominarse modelo europeo. Bajo esta modalidad, al deporte se le atribuyen funciones educativas, sanitarias, sociales, culturales y lúdicas.

Combinando los criterios de existencia o no de profesionalización y organización, pueden diferenciarse las modalidades esenciales de deporte (recuadro 1): deporte de alto nivel, deporte amateur organizado y deporte amateur no organizado, habiendo de añadirse la distinción entre participantes y espectadores, que obliga a ampliar el análisis del deporte1. A este respecto, el preámbulo de la Ley 15/1990, del Deporte,  destaca cómo el fenómeno deportivo abarca diversos aspectos claramente diferenciados: la práctica deportiva del ciudadano como actividad espontánea, desinteresada y lúdica o con fines educativos y sanitarios; la actividad deportiva organizada a través de estructuras asociativas; y el espectáculo deportivo.

Recuadro 1

Las consideraciones anteriores han puesto de relieve las dificultades existentes para efectuar una delimitación clara del deporte como actividad, dificultades que también aparecen, aunque en menor grado, cuando se pretende trazar un contorno alrededor del deporte profesional. Así, como criterio básico para diferenciar entre el deportista aficionado y el profesional suele utilizarse la existencia de una motivación exclusiva de amor al deporte, en el primer caso, y de obtención de ingresos, en el segundo2. Desde una posición un tanto extrema, ha llegado a sostenerse que lo primero resulta difícil sin lo segundo, como corrobora en buena medida la experiencia histórica. En este sentido, como señala The Economist (1998), durante la mayor parte del siglo XX dinero y deporte fueron considerados totalmente incompatibles. Los atletas no podían recibir dinero por lo que hacían; sólo tenían la posibilidad de respaldar la firma suministradora de sus prendas deportivas. El razonamiento subyacente en dicha situación era simple: puesto que el dinero –se consideraba- tendería a corromper la pureza del deporte, debía existir una rígida separación entre el deporte amateur y el deporte profesional. Sin embargo, “hoy día el amateurismo está muerto: ya no se considera que el dinero corrompe; en su lugar, se ha convertido en la sangre de la vida de cualquier deporte”, sentencia The Economist (1998). 

Descendiendo a un nivel de mayor concreción, en línea con lo dispuesto por la legislación tributaria española, el ejercicio de una actividad económica implica la ordenación por cuenta propia de medios de producción y/o de recursos humanos, con la finalidad de intervenir en la producción o distribución de bienes o servicios. En el caso del deporte, es evidente que los recursos humanos ocupan el lugar central. En la vertiente del deporte profesional, el deportista se convierte en un bien de capital en el proceso de producción de un bien de mercado vendible.

A su vez, otro destacado especialista (Andreff, 2001) propone una clasificación con un carácter orgánico-funcional, en la que de hecho aparecen categorías que se solapan entre sí: deporte profesional, espectáculos deportivos, deporte organizado en clubes y federaciones, deporte para todos, deporte universitario y deporte de ocio.

En suma, hay que partir de la constatación de la necesidad de avanzar hacia una adecuada delimitación del deporte como actividad y una correcta clasificación de sus diferentes modalidades. Como se señala posteriormente, esta situación no sólo genera problemas de índole conceptual y filosófica, sino que supone también una importante rémora para el conocimiento de la dimensión económica del deporte en la realidad.


1 Según Mussino (2002), el deporte de alto nivel y el amateur organizado representan lo que viene a denominarse business sport, mientras que la categoría del deporte para todos representa exclusivamente una forma de realización.

2 La posible existencia de motivaciones complementarias, en uno y otro caso, puede introducir ciertas dificultades en la delimitación.

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